Cuando me siento a escribir esta crónica han transcurrido escasamente diez horas de una memorable cena en uno de esos templos gastronómicos que uno jamás se cansaría de visitar. Os hablo de El Qüenco de Pepa.
Pepa Muñoz abrió su Qüenco hace ya más de catorce años y desde aquel momento , día a día , ha conseguido algo que en todas las facetas de la vida, pero en gastronomía más si cabe, resulta tan difícil como llegar al éxito y que no es otra cosa que mantenerse; mantenerse y superarse.
En ocasiones todos nos preguntamos por el secreto del éxito. Es evidente que si la fórmula fuera sencilla todos, en cualquier aspecto de nuestra vida, lo conseguiríamos. Pero no lo es. En cualquier caso y dentro de los ingredientes que hace falta conjugar para alcanzar dicho éxito, hay uno que jamás puede faltar y que se reduce a hacer bien las cosas.
Cuando visitamos ayer (jueves noche) el Qüenco de Pepa lo más curioso fue comprobar una vez más el absoluto lleno de sus mesas. Cuando eso pasa día tras día, no queda otro remedio que pensar que allí se está funcionando a la perfección y que todos y cada uno de las personas que visitan El Qüenco lo hacen desde el total convencimiento de que nada va a fallar allí.
El Qüenco de Pepa es ante todo producto. Producto, producto y producto y además un trato esmeradísimo al mismo que convierte cada plato en un auténtico manjar para los sentidos.
El manejo de las verduras por parte de Pepa Muñoz es simplemente inmejorable. La mayoría de ellas provienen del propio huerta que, junto con su socia Mila Nieto, Pepa tiene en la provincia de Ávila (sus tomates son brutales y nadie debería pasar por esta vida sin darse un día el gustazo de probarlos). Pero es que Pepa es mucho más que verduras. Cualquier guiso, pescado , marisco, plato de carne que allí se deguste es eso, más de lo mismo, perfección absoluta. Su arroz con gurumelos y foie es uno de esos platos perfectos de principio a fin que uno guarda en su top ten particular. Sencillamente sublime.
Podríamos estar horas desgranando pormenorizadamente cada uno de los platos que ayer probamos pero en gastronomía ,como en cine, "contar de qué iba la película" siempre es pobre y estéril. El Qüenco de Pepa hay que visitarlo , dejarse llevar, ponerse en manos de Pepa Muñoz (que además es un encanto de mujer) y disfrutar , palpar , captar los aromas , saborear, vivir la experiencia con todos los sentidos....
Que os puedo decir. Visitadlo. Estoy convencido que pocas definiciones del hedonismo se ajustan tanto a la realidad como la que puede suponer una comida o cena en El Qüenco de Pepa. Podéis acusarme de falta de objetividad y lo asumo, pero por un lado la gastronomía es sentimiento, por otro la cocina de Pepa es brutal y además Pepa es mi amiga.
Sería terriblemente injusto concluir esta crónica sin una especial mención a Beatriz Andrino , sumiller de El Qüenco. Un verdadero lujo aprender lo que ayer aprendimos con ella. Apasionada, cercana,conocedora... Qué gusto da encontrarse con profesionales así.