Zaga, un recién llegado que apunta maneras

Aun en estos complicados tiempos de pandemia, desolación y cierres en cadena hay quien tiene el valor suficiente para poner en marcha nuevos proyectos. Nuevos proyectos, como en el caso del que hoy hablamos, donde las sensaciones son francamente buenas. Me refiero al recién inaugurado restaurante Zaga en la calle Bretón de los Herreros, dentro de ese área de influencia que desde hace un tiempo se denomina "ponzaning".




El restaurante Zaga se ubica en el local que en los últimos años era El Atelier Belge del chef Etienne Bastaits. El local en cuestión ha sufrido una remodelación integral a cargo del estudio Kubo Ene de la interiorista Natalia Casco. El nuevo espacio es sencillo, diáfano y luminoso, fiel reflejo de la propuesta gastronómica que Zaga plantea. La creación y diseño de marca ha corrido a cargo del creativo publicitario Javier de Vega.




Entrando en materia, Zaga es un restaurante en el que la importancia del producto es fundamental. El propio nombre -Zaga- hace referencia a la defesa a ultranza de la materia prima que en Zaga se reivindica.




Todo ello sin apartarse un ápice del concepto de sencillez y honestidad en una propuesta en la que sus propietarios quieren "un restaurante en el que se coma bien, con buenos productos, a precios comedidos y en un agradable entorno".

Zaga se distribuye en dos ambientes claramente diferenciados. En la planta calle, barra y mesas altas, con una carta específica de raciones en la que destacan platos de toda la vida, con acertadas ejecuciones. Soberbias las empanadillas de bonito "como las de la abuela" y magnífica la tortilla de patata (con o sin pimiento verde) que destaca por su punto perfecto, diferente a esas versiones tan líquidas que últimamente arrasan en la capital. Ensaladilla rusa, croquetas... conforman opciones de su carta de picoteo que resuelve eficazmente un almuerzo o cena dinámico por un ticket de entre 15 y 20 euros.

En la parte superior, el comedor, con capacidad para 50 personas distribuidas en mesas que llaman la atención por la adecuada distancia entre ellas. Además , "el ropero" es el nombre de un agradable reservado con capacidad para 14 personas.




En la carta del restaurante, variedad de opciones interesantes. Sobresalientes las alcachofas confitadas, magnífico el tartar de atún rojo con un punto picante, original y sabroso el tataki de atún versionado e irreprochable un estupendo pisto con huevo frito.




Entre los principales, variedad de arroces que se terminan al josper, carnes de La Finca, pescados provenientes de pequeños proveedores seleccionados con esmero, platos todos ellos que convencen y que se tarifan a precios más que comedidos. El escalope de ternera "con empanado secreto", el steak tartare o los dados de merluza con un perfecto rebozado exento de grasa son solo un ejemplo de que en Zaga lo fácil es comer muy bien.




La carta de postres no es demasiada larga pero en nuestra reciente visita pudimos probar una muy correcta tarta de queso y un postre verdaderamente acertado, piña a la brasa con salsa de mojito. Sabrosa y refrescante, no dejen de pedirla sin visitan Zaga.




En bodega, una carta con más de 40 referencias donde se cuidan los precios de los vinos, algo que siempre es acertado si se quiere animar el consumo. Como complemento el restaurante dispone de una coqueta terraza que redondea su oferta.




Acaba de iniciar su andadura, pero las sensaciones no pueden ser mejores. Seguramente en estos tiempos complicados de postconfinamiento y crisis este sea el camino. Buen producto, elaboraciones sencillas correctamente ejecutadas, servicio diligente y precios agradables. No hace falta nada más para disfrutar de un restaurante y salir pensando en volver.



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