Índigo, cocina democrática en Majadahonda

Desde hace un tiempo se ha comenzado a hablar de la cocina democrática. Y es que en esto de la gastronomía la teoría de los círculos concéntricos funciona inexorablemente. Hay un círculo interior que sería "el Olimpo" marcado por esos restaurantes más exclusivos en los que técnica, equipos de cocina, sala, profesionales de sala y bodega hacen que los precios no sean asequibles para todos los públicos y a partir de ese círculo más reducido van sucediéndose otros en los cuales los precios se democratizan, se hacen más accesibles y evidentemente ello repercute directamente en que los equipos de sala, la técnica, los productos no sean tan exclusivos. Por ello es tan importante la relación precio-calidad, algo que siempre debemos de tener en cuenta a la hora de calificar o valorar un restaurante. Mientras relación y calidad se hallen dentro del mismo círculo todo funciona y es defendible. El problema es cuando el precio no se corresponde con la calidad y ambos conceptos coexisten en diferentes espacios. 



Viene todo a ello a cuento de que se puede comer razonablemente bien a precios democráticos, accesibles, para todos los públicos. Algo así nos ocurrió el otro día en un agradable restaurante de reciente nacimiento llamado Índigo Majadahonda. 


El restaurante es el sueño de dos amigos que se dedican al mundo de la moda y que cumplen con Índigo su anhelo de tener algún día un restaurante. En un local luminoso rodeado de cristaleras y frente al monte del Pilar en Majadahonda, Índigo ofrece una acertada propuesta dirigida claramente al público de la zona, una zona residencial, en el que sus mimbres fundamentales radican en producto de calidad, elaboraciones sencillas y honestas y un ticket discreto que ronda los 30 euros por persona.

En su carta gran variedad de platos pensados para compartir. Muy rica la ensaladilla rusa y los mejillones al vapor, conviven con otros básicos como los venezolanos (y cada vez más conocidos en nuestro país) tequeños, las berenjenas con humus y miel de caña, la burrata con cherries y pesto o las rabas con huevos con puntilla. Divertidas y sabrosas las tostas de sashimi de atún con aguacate y chipotle.

Entre los segundos , también fácilmente compartibles, pluma ibérica con cremoso de pata, hamburguesas, milanesas, pulpo braseado, tartar de atún... dan paso a unos postres de esos que ahora se encuentran sin dificultad. Coulant de chocolate, tarta de zanahoria y la omnipresente tarta de queso.

Lo dicho, cocina gustosa, asequible y reconocible que se tarifa con suavidad. No defrauda.






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