Decir Ritz es hablar de clase, de estilo, de elegancia extrema; pero elegancia extrema no por su ostentación, sino por su discreción. Dice Armani que ser elegante no es ser notado, sino ser recordado. Cuando uno camina por el hall del hotel Ritz se deja cautivar por esa distinción que no termina de apreciar en su totalidad hasta que no sale del hotel y vuelve a sumergirse en su cotidianeidad.
Construido en 1910 parece que el destino le tenía directamente encomendada esa belle epoque de la que forma parte inseparable. Las décadas posteriores han traído evidentes cambios socio económicos. Únicamente la esencia del Ritz ha permanecido impertérrita a través de los tiempos.
Gastronómicamente , que es lo que aquí nos ocupa, el restaurante Goya del hotel Ritz ofrece una cocina tradicional en la que , como no podía ser de otra forma, prevalece la calidad de la materia prima y esas elaboraciones canónicas, de escuela, que fueron perdiéndose con el transcurrir de los tiempos y que parece ahora vuelven a recuperarse.
A cargo de sus fogones, el chef Jorge González propone recetas de corte clásico, de impecable ejecución centradas mayoritariamente en la cocina de mercado tradicional española. Habitualmente se ofrece algún plato de cuchara; es tradicional su cocido madrileño de los jueves manteniendo el día en el que solía acudir el rey Alfonso XIII a degustarlo.
Fundamental señalar el apartado de platos de caza en su carta. González trabaja especialmente bien la caza y muchos de esos platos han terminado siendo icónicos en el restaurante.
Mención aparte merece su impresionante terraza, uno de esos puntos de Madrid fundamentales en los meses en los que la climatología permite hacer uso de ella.
Servicio eficacísimo de ese que siempre está presente sin que se le advierta. Sin duda una experiencia que no debiera perderse ningún aficionado al lujo.
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