Vivimos en un mundo en el que más allá del concepto concreto buscamos experiencias completas. Ya no se va a un restaurante a comer o cenar sin más. Se busca un plus; que esa comida o cena forme parte de una experiencia mucho más completa y compleja. De ahí la importancia que se da a otros aspectos que no son los puramente gastronómicos. Evidentemente es esencial (al menos deseable) una cocina de calidad, pero se buscan otros valores; decoración, iluminación, ambiente, incluso formas de interacción del comensal con el chef, con el sumiller o con el jefe de sala. Esto que hace unos años parecía una locura, cada vez es más habitual. No se trata únicamente de satisfacer el hambre, sino de vivir una experiencia sensorial en la que la parte gastronómica se integra.
Viene esto a cuento de que algo parecido ocurre en otros aspectos. La conducción es uno de ellos. Marcas premium se han dado cuenta de la necesidad de ampliar el círculo. No basta con que el cliente adquiera un vehículo; buscan ese plus al que hacíamos referencia. Hace unas semanas tuve ocasión de experimentar esto con Lexus.
La prestigiosa marca eligió para la presentación de sus nuevos vehículos la ciudad de Marbella. En ella creó toda una experiencia sensorial en la que se enlazaban los conceptos de los nuevos vehículos de Lexus, el slow life y el lujo.
Para ello organizó diversas pruebas en el cercano circuito de Ascari concluyendo la jornada con una cena en el restaurante Bibo de Dani García situado en el lujoso hotel Puente Romano donde fuimos alojados.
Y es que como comentábamos al principio de este artículo , todo está más interrelacionado de lo que a priori pudiera parecer. El cliente de Lexus es un cliente que busca la experiencia, una experiencia en la que la conducción del vehículo es tan solo una parte. Se busca entender ese lujo como una forma de vida que alcance a todas las facetas de la persona. Personalmente el concepto me parece apasionante.
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