El Museo del Jamón reabre uno de sus locales más emblemáticos en plena Gran Vía madrileña

 

El Museo del Jamón forma parte del paisaje de la ciudad de Madrid desde hace cuatro décadas. Nació para democratizar un producto tan importante en nuestra gastronomía como es el jamón y su éxito le ha llevado a estar presente en los lugares más emblemáticos de la ciudad. Por eso, ahora regresa a la Gran Vía, la principal arteria de la vida social y cultural de la capital. Lo hace con un espacio de más de 700 metros cuadrados, totalmente reformado, en el que se mantiene la esencia y la calidad de sus productos -enseña del negocio familiar- pero renovando en parte su concepto.

 


El Museo cuenta con una de las ofertas más versátiles de la ciudad, en la que todo el mundo puede encontrar lo que busca. Con ese espíritu vuelven a reabrir las puertas de este nuevo restaurante, cuya reforma no deja indiferente. Quienes se acerquen al nuevo Museo de Gran Vía encontrarán tres espacios en los que no dejan de pasar cosas.


 

En primer lugar, una zona de barra donde los amantes de las tabernas madrileñas seguirán pudiendo tomar la mejor cerveza -la barra más castiza es su corazón-, y, por supuesto, el mejor jamón -serrano, de cebo e ibérico de Guijuelo con seis referencias diferentes-. En segundo, una zona de restauración en la que poder pedir los platos más reconocibles de nuestra gastronomía, con el producto como protagonista indiscutible -y la honestidad-, acompañarlo con grandes referencias vinícolas que salen de su bodega -estrena vinoteca vista-, e incluso tomar una copa tras la cena y disfrutar de música en directo los viernes y sábados -eso sí, a poder ser, ochentera, época que les vio nacer-. Y a esto se suma otro de los sellos de la casa que no puede faltar en ninguno de sus espacios: una zona de charcutería abierta hasta las 23 horas, con su charcutero cortando el producto a cuchillo. Para el bocata, en ración o para llevar. Lo que sea menester. Para todos los gustos y, también, para todos los bolsillos, porque el Museo del Jamón puede presumir de ser el restaurante que tiene la mayor carta de jamones de la capital, por algo fue el primer local temático.

 

Sí, el Museo del Jamón apuesta por productos nacionales de máxima calidad, por eso tiene excelentes jamones que acompañan su nombre, que les ha hecho célebres y que además, cuentan con una imbatible relación calidad precio. Porque en El Museo del Jamón hay serranos que llegan bajo la marca propia Tío Felipe, pero también Duroc e ibéricos de una calidad incontestable que llevan la vitola de la casa, El Piornalego. A esto se suman productos como el lomo, la cecina o el queso, entre los que tiene alguno, como su Doña Pilar, de premio.

 

En definitiva, una nueva apuesta para disfrutar de platos tan emblemáticos de nuestra gastronomía, como un buen plato de jamón, y de la vibrante vida de la Gran Vía madrileña. “Volvemos con la vista puesta en el madrileño autóctono, el que llenó desde nuestros comienzos las barras, auténtica red social de esta ciudad. Nos renovamos sin perder nuestra esencia y haciendo foco en una propuesta de valor”, declara Luis Alfonso Muñoz, tercera generación de esta empresa familiar.

 

Sobre el Museo del Jamón

Fundado en 1978, El Museo del Jamón es una empresa familiar, Marcelo Muñoz e Hijos S.A., que, en la actualidad, está encabezada por la tercera generación. La idea de convertir su espacio en Museo, y crear así el primer restaurante temático dedicado a esta joya de nuestra gastronomía, caló pronto entre los madrileños y se ha mantenido en el tiempo, convirtiendo a sus establecimientos en un emblema de la ciudad.


 

Con la reapertura de Gran Vía son ya siete los Museos del Jamón que los descendientes de Francisco Muñoz Heras tienen en Madrid. Ellos son la tercera generación de un negocio que comenzó su abuelo, Marcelo Muñoz, siguieron su padre, y su tío, Luis, y que, ellos por un lado, y sus primos por otro -con otros dos establecimientos-, continúan a día de hoy. Lo hacen con una máxima que es parte del ADN de la casa: ofrecer la mejor calidad a precios imbatibles, tanto que han logrado democratizar un producto tan preciado como el jamón.

 

Seis de esos establecimientos aparecen bajo el nombre de Museo del Jamón y están situados en lugares tan reconocibles como la Carrera de San Jerónimo, la Calle Mayor, la Plaza Mayor, el Paseo del Prado, la Avenida de Córdoba y ahora, la Gran Vía. A ellos se une otro más con un concepto diferenciado pero la misma apuesta por la calidad. Lleva el nombre de Delicias del Museo, está situado en Poeta Joan Maragall y es un hub en el que probar las novedades que luego se implementan en el resto de los espacios.

 

Además de los restaurantes, tienen dos tiendas en las que sirven sus productos, una en San Fermín y la otra en el Mercado de Torrijos. Y a ello suman su propio obrador de pan y un almacén de jamones y embutidos en la ciudad, desde el que parten los productos que luego pueden degustarse en sus establecimientos. Entre esos productos se encuentran, por supuesto, una amplia variedad de jamones. Estos se venden bajo vitolas propias como Tío Felipe, que acompaña a sus serranos. Y la vitola de Piornalego, que corona sus Duroc, y sus ibéricos, que tienen denominación de origen en Guijuelo.

 

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