Quizá uno de los problemas que tiene la restauración en Madrid es lo focalizada que está. El paso del tiempo y la apertura de nuevos negocios han ido creando en la capital zonas de alta concentración de restaurantes, lejos de las cuales consolidarse es tarea complicada.
Ello es profundamente injusto ya que en un restaurante se come bien o no con total independencia de si el mismo está en el barrio de Justicia, en el de Salamanca o en el atestado Ponzano. Es por ello que cuando uno se aleja de esas áreas de influencia y recala en restaurantes en los que se come francamente bien fuera de esas zonas, siente que algo se está haciendo mal a la hora de elegir donde ir o no ir, prejuzgando por el lugar de ubicación.
La Parrilla de Arganda es un restaurante de cocina honesta donde las brasas y la excepcionalidad de las materias primas son los protagonistas. Fundado por los empresarios hosteleros Paul García, Roberto Fontán y Noemí Losada-, supone una experiencia gastronómica inmersiva ya que las parrillas donde se elaboran cada uno de los platos se encuentran integradas en la sala. Así, La Parrilla de Arganda es un restaurante con un alto respeto a la autenticidad del producto al ser, el cocinado en parrilla, uno de los métodos que mejor conservan la pureza de los alimentos.
Para conseguir la mayor excepcionalidad en las elaboraciones, La Parrilla de Arganda utiliza únicamente producto de soberbia calidad. Esto lo consiguen gracias a su huerta propia. Enclavada en la nombrada Huerta de Tajuña, en el término de Orusco de Tajuña, se encuentra la huerta de la que obtienen la mayoría de sus verduras y hortalizas que se consumen en el restaurante. De su propia huerta obtienen también los huevos de campo gracias a las 50 gallinas que se encuentran en este espacio.
Entrantes como la parrilla de verduras naturales a la brasa, los espárragos verdes a la parrilla de carbón y pimientos rojos de la huerta asados a la brasa con ventresca o la ensaladilla de la abuela, dan paso a pescados y las carnes donde las brasas continúan muy presentes. Mientras que del mar el restaurante propone clásicos como lubina de estero a la parrilla de carbón, rodaballo salvaje a la brasa y merluza de pincho –que se puede tomar al horno o a la parrilla-, de la tierra destacan las elaboraciones de carne de vacuno como son el entrecot o el solomillo.
La Parrilla de Arganda cierra la experiencia con sus postres artesanales. Todos ellos se elaboran en el obrador del restaurante y suponen el punto definitivo para culminar la visita. Entre la oferta dulce, que abarca seis postres, destacan la milhoja casera de hojaldre y crema casera y la tarta de chocolate 70% con helado de vainilla que suponen el broche de oro para culminar la comida o la cena.
Terraza con capacidad para más de cien personas, parking propio, mesas con distancia digna de agradecer (lo cual no es tan habitual en muchos restaurantes del centro de la ciudad) y una cocina de impecable factura son motivos que justifican sobradamente una visita. Hay vida más allá del centro de Madrid; se lo aseguro.
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