Ahora que, por la dichosa pandemia, viajar es complicado (cuando no imposible), comer en ciertos restaurantes puede convertirse en una estupenda forma de hacerlo a través de sus platos a diferentes puntos del mundo sin moverse de la mesa. Viene esta reflexión a cuenta de la reciente visita que tuvimos ocasión de hacer al restaurante Popa en el que el chef Willy Moya ejerce con maestría y presenta una divertida carta en la que juega acertadamente con diferentes texturas, sabores e ingredientes que conforma una propuesta que, créanme, merece la pena.
La carta del restaurante se divide en cuatro capítulos entre los que destacan Sevilla y Estambul, que recogen sus platos preferidos de ambas etapas. Mientras que en el primero Moya refleja la sencillez andaluza en platos como la ensaladilla de pulpo, el salpicón de marisco, el tomate aliñado con piquillos o unas papas aliñadas con ventresca, en el segundo se advierten el atrevimiento de la fusión y toques más contemporáneos: vieira kimchi, taco oriental de steak tartar y huevo de codorniz, falsa pizza de atún marinado en lima y café y ceviche de corvina con leche de tigre son algunos de los platos que lo integran.
Interesante de igual manera
el capítulo de entrantes con opciones tan sugerentes como la
gilda en tempura o el paté ibérico al oloroso con escabeche. En las apartados
de carnes y pescados el binomio andaluz asiático se mantiene.
Así conviven recetas tan tradicionales y desnudas como los chipirones a la
plancha, las gambas al ajillo, las coquinas o los pescados en fritura o
directamente a la plancha con opciones más condimentadas como la presa de
paletilla ibérica moruna. En cualquier caso, la constante es el buen
trato al producto y las ejecuciones correctas.
Importancia capital otorga Willy al
capítulo dulce de su carta. El estupendo hojaldre Saint Honoré o un delicioso
postre de chocolate, calabaza asada, helado de avellana y aceite de oliva son
solo un ejemplo de los mismos.
Reseñable además su menú denominado Lo que
diga Willy, una fórmula pensada para aquellos que no tienen claro
qué pedir, pero sí cuánto gastar, la mente lo bastante abierta y el paladar lo
suficientemente educado como para ponerse en manos del chef. Por un precio
que variará según mercado y las apetencias del comensal, Moya improvisará un
menú confeccionado con diversos platos de la carta o elaborados con productos
del día.
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