Esta
herramienta fue creada para hacer que los trabajadores del ferrocarril comieran
caliente, guisando a fuego lento lo que sería
su alimento durante una larga jornada en la que llevarían a su destino tanto el tren como a los viajeros y
la mercancía que viajaban en él. Se tiene conocimiento de este útil desde finales del siglo XIX y sabemos que hubo
dos etapas en su uso a bordo del ferrocarril.
La primera, en la que la olla
estaba “conectada” a la chimenea de la locomotora por medio de un
serpentín, obteniendo de este modo el calor por medio del
vapor generado por la combustión del carbón. Aunque más
limpio y cómodo existía el
inconveniente de que no era portátil
y las estrecheces de la locomotora hacían
difícil las labores de cuidado que necesitaba el guiso
para quedar a punto.
Pasó después, de este modo, a ocupar la parte trasera del tren,
y a ser alimentada, en vez de por el vapor, por las brasas del carbón que movía la locomotora, haciendo más fácil que cualquier
operario del tren pudiera sustituir a madres y esposas haciendo las
veces de cocineros y cuidar aquel guiso tan importante para ellos en aquella época de
dificultades, consiguiendo comer durante su jornada lo más parecido, o incluso mejor para muchos de ellos, a
como lo hacían en casa.
Simón Bragado, cocinero en el restaurante y cántabro de nacimiento recuerda esa olla ferroviaria tan típica y habitual en los trenes de la época por su tierra y recrea en Salsaisartén esa tradicional forma de cocinar.
Un magnífico plato que sin duda merece la pena probar.
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